Me detengo en la foto de Cien años de Soledad, la serie que estreno Nexflix a fines del año pasado (ya decimos Año Pasado como si fuera allá lejos vieron?), basada en el libro de Gabriel Garcia Marquez que cuenta la historia de los Buendía y Macondo. Elijo esta imagen porque representa la belleza con la que – despues de muchos años de indecisión se logró llevar a la pantalla este libro que todos leímos hace mucho o poco tiempo

Hay tanto por decir de la serie, que dejaria para las criticas y los criticos, muchas cosas, aunque imagino que debe haber sido dificil representar semejante historia en unos capítulos para la pantalla, considerando además que Gabo se negó a hacerlo durante toda su vida, y que sus hijos, impulsados por la idea de que la obra siga permaneciendo en el corazón y la memoria, incluso de quienes nunca leerian el libro, se decidieron a producirla.
La verdad es que la representación visual de la novela es impecable, con una fotografia y diseño de imagen preciosas, con personajes que responden a la ideaque nos hacíamos leyendo el libro, con las afirmaciones y los cuestionamientos a la sociedad intactos, y con el paisaje de Macondo representado a la perfección, porque ¿quién no se imaginó ese pueblo tal como se lo muestra en la serie?
Me detengo además en el personaje de ürsula Iguarán, (actuadas maravillosamente por Susana Morales y Marleyda Soto). Hay muchas mujeres en Macondo, pero Úrsula es la fuerza, la que lleva adelante todo, mas allá de todo.
Hay que ver Cien Años de soledad. No se si la segunda parte que habrá pronto, sera tan impactante en todo como la primera. Quizá fue amor a primera vista lo que me pasó. Pero vale que quienes no tengan la paciencia de leer un libro, sepan que hay una historia que alguna vez alguien escribió sobre la gente de un pueblo Macondo, que no existió, pero que bien pudo haber sido real, en cualquier lugar del mundo, incluso en Argentina
Entonces entraron al cuarto de José Arcadio Buendía, lo sacudieron con todas sus fuerzas, le gritaron al oído, le pusieron un espejo frente a las fosas nasales, pero no pudieron despertarlo. Poco después, cuando el carpintero le tomaba las medidas para el ataúd, vieron a través de la ventana que estaba cayendo una llovizna de minúsculas flores amarillas. Cayeron toda la noche sobre el pueblo en una tormenta silenciosa, y cubrieron los techos y atascaron las puertas, y sofocaron a los animales que durmieron a la intemperie. Tantas flores cayeron del cielo, que las calles amanecieron tapizadas de una colcha compacta, y tuvieron que despejarlas con palas y rastrillos para que pudiera pasar el entierro.